Cultura y modelos educativos. Por Alberto Valdés Tola
La educación
no solo es uno de los grandes pilares de la sociedad, además es el fundamento
de todo el progreso de la humanidad. No obstante, debido en parte a la
ambigüedad en la aplicación de los diferentes modelos educativos, en las
últimas décadas se constata el desvanecimiento de un concepto claro de
educación en Panamá (si alguna vez existió uno).
Esto
significa que nuestro sistema educativo no se focaliza de forma racional a
crear consciencia sobre la complejidad de todos los aspectos que constituyen
nuestro mundo ni empodera a los estudiantes, como ciudadanos responsables y
sabedores de sus derechos cívicos, políticos y sociales. Por el contrario, se
limita a la idea de aprender por aprender (que termina siendo obtusa y estéril,
si no hay un esfuerzo orientado a construir a un sujeto en particular). Tampoco
podemos hablar de una educación dirigida a la generación de cerebros o, en
otras palabras, individuos emprendedores en todas las áreas del saber, que en
lugar de ser reproductores de saberes sean creadores y precursores de esto
último.
En este
universo de cosas, en el que la idea o concepto de educación va sin rumbo, y la
moda de los modelos educativos internacionales (llámese de Singapur, Finlandia,
etcétera) guía el devenir de la educación en el istmo, no es difícil imaginarse
a la sociedad panameña a la deriva en educación. Si bien se poseen en alguna
medida objetivos claros, no se han tomado en cuenta aspectos antropológicos y
culturales sensibles, que determinan el éxito de tales patrones.
Si
analizamos el modelo educativo de Singapur, no tardaremos en percibir que en su
cultura la fuerte noción de disciplina y pragmatismo media en casi todas las
actividades de ese grupo humano. En el caso finlandés, hay una fuerte
iniciativa cultural hacia la lectura y el aprendizaje autónomo. De más está
decir que, estructuralmente hablando, estos modelos educativos son muy
competitivos, porque no solo buscan la excelencia en su alumnado, sino que la
demanda de profesores está determinada por su nivel de estudio (en Finlandia
todos deben tener un nivel académico mínimo de maestría). Por si fuera poco, en
estas sociedades a los estudiantes se les orienta en materia profesional desde
una etapa temprana. Por esto, todo alumno de mitad de ciclo escolar, tanto de
Singapur como de Finlandia, ya tiene en mente la carrera que estudiará en la
universidad y los saberes básicos y necesarios para su posterior desarrollo
como profesional activo.
Entonces, no
es arriesgado suponer que en Panamá cualquiera de esos modelos educativos
importados sería un fiasco. En principio, se basan en criterios culturales e
idiosincráticos de sus respectivas sociedades y no han sido pensados para
otras. Lo que deberíamos hacer es constituir un concepto de educación basado en
nuestra cultura y en una concepción clara de qué tipo de persona, estudiante y
profesional queremos, en vez de importar modelos educativos desvinculados de
nuestra realidad social y antropológica, por el simple hecho de estar a la moda
o por seguir directrices internacionales.
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