Hacia una política critica como [trabajo, servicio, obra] - Enrique Dussel
“En la historia
entonces hay dos políticas: a) la primera es la política como el estado
permanente de la guerra como dominación (la de la Totalidad); b) la segunda es
la de la liberación (como superación de dicha Totalidad «antigua», y como
creación inicial de una «nueva» Totalidad). Lévinas no tenía un buen ejemplo en
la experiencia propia del pueblo judío durante los últimos veinte siglos para
describir la construcción de una «segunda» Totalidad (la «nueva», la «tierra
prometida» de los esclavos de los nuevos Egiptos). El Estado de Israel le daba
un primer ejemplo, pero era todavía muy reciente, y como Michael Walzer y
tantos otros, no logra descubrir con claridad en Israel la temática del Otro, y
por ello trágicamente el sionismo nacionalista, y su posición política personal
un tanto liberal, vence al final al «Mesianismo de la Paz» que pudiera haberse
concretado, por ejemplo, en un partido político de judíos y árabes tal como
Martin Buber lo impulsó en Israel en vida de Lévinas, pero que Lévinas, aunque
sufrió el fundamentalismo judío de los emigrados de Algeria que lo persiguieron
en París, no logró pensar filosóficamente de una manera suficiente. Lévinas se
acerca a la temática cuando escribe:
[...] et aussi le sentiment que
ce sont les Palestiniens les plus faibles et qu’il faut être du côté des
faibles [...] —indica citando una carta. Etat armé et dominateur [...] en face
du peuple palestinien désarmé dont Israël ne reconnaît pas l’existence.
Se considera el hecho,
pero para Lévinas se hace difícil la crítica (como el ejercicio de un
mesianismo profético filosófico, ético) contra el Estado de Israel, sobre todo
cuando se piensa que el «sionisme est, ainsi, probablement, l’un des grandes
événements de l’histoire humaine». Si se tuviera claridad sobre el «momento
mesiánico» de la política, como responsabilidad para con el Otro de crearle un
nuevo orden político, aunque siempre sea ambiguo, podría haber mostrado la
necesidad de poseer una «tierra» para el pueblo judío expulsado de la propia y
que ha vagado como extranjero durante veinte siglos. Esto no afecta que el
«Estado davídico» bien pronto pueda dar lugar a un Estado que, como todo Estado,
domina a «nuevos esclavos» como en Egipto, y que deban ser nuevamente liberados
(serían ahora los palestinos, y el Estado de Israel el «nuevo» Egipto). Ningún
Estado puede pretender que nunca se totalizará, y por ello deberá ser objeto de
una constante crítica por parte del «mesianismo profético» de los que lo
enfrentan al Estado, como Martin Buber en nombre de los Palestinos en su propio
Israel; que se enfrentan al Estado que se fetichiza (y ciertamente se ha
fetichizado el Estado de Israel en el momento militarista del gobierno de Ariel
Sharón). Si se comprende la necesidad y la ambigüedad de la «política de la
liberación»; si se acepta el «tiempo corto», pero empíricamente posible, del
«Estado davídico» como un momento de la política, se puede establecer una
«anti-política» mesiánica como crítica negativa (que Lévinas cumple
adecuadamente), pero igualmente se podría exponer una «política de la
liberación» positiva, atenta a la entropía de las instituciones, del
«nuevo» orden político que lleva en su seno, desde el origen y siempre
creciente, la posibilidad de una totalización autorreferente. En el momento de
la totalización del Estado, el «mesianismo profético» (y ético-filosófico)
vuelve a despertar criticando a David en su injusticia (cuando el «Estado
davídico» se ha transformado en Totalidad totalizada), por haber enviado a
Urías «en la primera fila» a la guerra. El «mesianismo político», que debe
diferenciárselo del profético, debe emprender por su lado la transformación del
orden que se ha hecho «antiguo»; que se ha fosilizado como Ley muerta que mata
la Vida. La Vida mide la Ley y no la Ley a la Vida. Esa acción transformadora,
esa praxis liberadora, es el «servicio al Otro», es ;עבדה es política
constructiva crítica. La filosofía política crítica, como un modo
del «mesianismo profético » à la Benjamin, que supone la subsunción de
una ética de la paz, permite así explicar la posibilidad de una política
crítico-liberadora, como ejercicio del «mesianismo político» en ciertos
momentos cruciales de la historia. De todas maneras es fundamental saber si el
«nuevo» orden nace sólo de la guerra contra el mero enemigo, o si se origina
desde la responsabilidad por el Otro (aunque esto suponga como exigencia ética
el uso de una coacción proporcional en la defensa del inocente, y aun el uso
debido de las armas, como en los casos de Jeanne d’Arc, G. Washington, M.
Hidalgo o Mao, a los que se les impuso la guerra contra su voluntad como la
«interruption de l’Infini se fixant en structure, communauté et totalité»).
Será de todas maneras necesario mantener siempre una actitud vigilante ante la
ambigüedad de la nueva totalidad, ya que cuando se totalice
autorreferencialmente se transformará en «l’Etat qui exclut, par la violence,
le discours subversif»;63 es decir, excluirá a la política (y la filosofía
política) crítica. A la política como la vigencia de la injusticia como
Totalidad autocentrada se le opone entonces una política crítica siempre creadora,
«innovadora», y «c’est parce que la nouveauté vient d’autrui qu’il y
adans la nouveauté transcendance et signification»” (Dussel, 2007, pp. 67,68)
Bibliografía
Dussel, E., 2007. Materiales
para una política de la liberación. Madrid : Plaza y Valdés .
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