Sobre el sistema de salud público panameño. Por Yashiro Díaz


Que el sistema de salud público panameño está en una crisis a nivel ético y político, es un hecho evidente. Algunos tienen la mirada puesta en los profesionales de la salud como apóstatas a su vocación, otros en la poca conciencia ciudadana del buen uso del sistema y, otra parte, en el mismo sistema institucional. Muchos olvidan la formación de aquellos profesionales (o administrativos) que conformarán el engranaje “sistema de salud”.
Es un dilema que debe observarse con una mirada crítica, tratando de hacer un epojé (paréntesis) de nuestras experiencias o creencias no sometidas a un juicio crítico. Por un lado, los profesionales del ramo que laboran en el sistema se encuentran institucionalizados. Es muy difícil para ellos retornar a la figura del médico hipocrático y de la enfermera que “porta la lámpara, vigilante siempre”.
El sistema ha erradicado la voluntad de guiar el acto “médico” (y de otros profesionales de la salud) hacia la búsqueda del beneficio de las personas que padecen. Se ha coartado la libertad de un actuar ético, por considerar normas heterónomas “de papel”, por temor a una posible anarquía.
El sistema es incapaz de operar de forma antropocéntrica, observando la integralidad del paciente que padece, por velar aspectos de costo/beneficio o “productividad”. Estos actos permean el inconsciente y se transforman en hábitos de indiferencia, mala praxis y orgullo: un orgullo que eleva a los profesionales de la salud a la posición que le correspondería a la (s) divinidad (es). Este orgullo se enraiza en la filosofía de Calicles: “El fuerte sobre el débil”.
El Estado debe procurar una adecuada formación ciudadana, de manera constante, sobre el cuidado preventivo básico de su salud y sobre el uso adecuado del sistema mismo de salud. Pero la misma esquizofrenia administrativa produce un sistema inoperante. ¿Qué desea el Estado al conceptualizar “humanización en salud”? Es una pregunta que debemos exigirnos, como ciudadanos.
A los gobernantes: tomen las riendas en serio y siéntense a debatir sobre las claves que puedan lograr un sistema de salud operante en el aspecto ético y político.


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