Ricaurte Soler, el viejo coloso[1] Abdiel Rodríguez Reyes
Introducción
Voy a tomarle prestado a
Engels el adjetivo con el cual se refirió a Hegel para ponérselo a Ricaurte Soler[2]: “el
viejo coloso”. Soler puede ser caracterizado como
un “pensador de la cuestión nacional,
antiimperialista y crítico de la situación neocolonial”[3], comprometido con la batalla de las ideas, como lo planteó
Perry Anderson, en cuanto a búsqueda de alternativas. Como tal razonó mediante
categorías capaces de articular un discurso crítico que explicitó con meridiana
claridad los procesos políticos en curso, abrió a debate la historia de las
ideas y reflexionó sobre la filosofía desde un punto materialista de un modo
novedoso en nuestro medio. Miguel Montiel lo llama
“el principal teórico de la nacionalidad panameña en el siglo XX” y Luis Pulido Ritter “un filósofo
nacional romántico” con justa razón. Fue el principal teórico, en particular de
la segunda mitad del siglo XX y en su romanticismo — en el sentido de Michel
Lowy[4] — está contenida su potentia.
Estas caracterizaciones
se pueden ampliar. Soler en efecto, no redujo sólo su reflexión a la cuestión
nacional, a la de su país; también trató el tema del hispanoamericanismo y por
supuesto, la cuestión nacional latinoamericana, cruzado por los procesos
políticos de la región, a la luz del ideal martiano de la unidad de nuestra
América. Desde sus obras tempranas Soler mostró ingenio. Su trabajo de
licenciatura: Pensamiento panameño y concepción de la nacionalidad
durante el siglo XIX expresó su interés por las “investigaciones
históricas” y “las unidades de significación”. También exteriorizó su interés
por la fenomenología que lo llevó a proponer una “Fenomenología de lo
histórico” para quedar entre la esencia de lo eidético fenomenológico y la ciencia
de los hechos del pasado: la Historia, para encontrar en ello la singularidad
de la identidad nacional. La obra de Soler se empezó a estudiar
tempranamente; en 1987 Pedro Pineda presentó su trabajo de graduación: El problema
de lo panameño en Ricaurte Soler: aproximación histórico – sociológica: 1954 –
1962. Se marcó su impronta en el
ámbito nacional, pero con mayor reconocimiento en el exterior corroborando
aquel viejo adagio de que nadie es profeta en su tierra.
El viejo coloso
Hay que tener en cuenta la
vinculación de Soler a los grandes centros de producción de conocimiento, como
el Institut des Hautes Etudes de
L’Amérique Latine en París, La Sorbona y la Universidad Nacional Autónoma
de México para apreciar su producción. Publicó en editoriales como Siglo XXI,
Paidós, Grijalbo, Fontamara, Educa,
Anthropos, Casa de las Américas, Fondo de Cultura Económica, entre otras, así
como en gran número de revistas continentales, europeas y en diarios como El Día de México y El País de España, para el cual en 1988 escribió un artículo: Política exterior de Panamá y crisis. Insistía
en la necesidad de publicar en las editoriales que tuviesen cobertura
internacional. Como buen pensador
crítico fue a contracorriente de los temas tratados, no se dejó seducir de las
modas intelectuales de su tiempo y no negó el intercambio crítico entre sus
pares cuando valían la pena. Fue uno de los pocos pensadores con escuela;
algunos se declaran solerianos y se refieren a Soler como el maestro, más allá
de lo obituario.
Soler
siempre estuvo vinculado a los grandes centros de pensamiento. En Europa como
sabemos estudio en la Universidad de Paris; en Latinoamérica en la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM), dos de las mejores universidades del mundo.
Por mucho tiempo Soler fue sacralizado, lo que le hace flaco favor al pensador,
como tampoco lo hace la crítica pueril y fácil de quienes quieren hacer carrera
a costa del trabajo ajeno. Hay que tomarse en serio la lectura crítica de su
obra, aunado al contexto; ambas ayudan a comprender el momento histórico que
vivió, dicho sea de paso, de acontecimientos históricos donde apostó por la
soberanía y la fundamentación teórica de la nacionalidad. Entre la exacerbación
de la nacionalidad y el chovinismo la línea es delgada, pero el preguntarse
históricamente sobre la nacionalidad y especificidad como pueblo en su
evolución es un esfuerzo sin relación con el chovinismo y la xenofobia que vivimos
actualmente, como la afligida expresión: ¡Panamá para los panameños!
Soler fue
un pensador riguroso e inquisitivo; no lo podemos escindir del sujeto, del ser
humano en su fragilidad. Falleció antes de tiempo, murió a los 62 años. Es
decir, en un momento de madurez intelectual. Para comprenderlo mejor hay que
desmitificarlo. El profesor sacralizado digno de respeto y admiración está
presente en la narrativa, veamos los siguientes ejemplos: el primero
del cantautor panameño Rubén Blades y el segundo de José Espinoza.
“Alguien
me dijo: Ricaurte Soler ha muerto […] desde el centro de mi desconcierto, el
alma me devolvió el recuerdo embarazoso y fresco, de aquella tarde de mi
adolescencia cuando bajaba a velocidad y de espaldas los vetustos escalones del
glorioso Nido de Águilas durante un cambio de clases y la mano del profesor
Ricaurte Soler detuvo mi desordenado descenso […] para entonces ya su figura
poseía dentro de estudiantado institutor un carácter mítico. Era un ser
exquisitamente inaccesible y uniformemente considerado entre nosotros como
poseedor de una inteligencia sobrenatural, extraterrestre […] el nombre de
Ricaurte Soler se pronunciaba susurrado” (apud.
Montiel, 2013:18-19).
“En
el caso del maestro lo recuerdo como un docente y un investigador
austero, sobrio, de refinadas maneras y poseedor de un rigor conceptual y
hábitos de trabajo y estudio admirables[…] Nuestro primer contacto con él se
produjo en el año 1973–74 cuando ingresábamos a los estudios
universitarios en la carrera de Filosofía e Historia. La
asignatura cursada no podía ser otra que Historia de las Ideas en América,
la cual es recordada como un curso difícil donde “si entraban 20 o 25 sólo
quedaban 5 o 4 al final del semestre”. Al principio nos quejábamos de su metodología
estricta, pero al final terminábamos convencidos de que esta disciplina de
estudio y trabajo era necesaria para la interiorización de contenidos archicomplejos
y lograr la capacidad de hilvanar datos históricos, sociológicos,
políticos y económicos cuyas relaciones no siempre
aparecían a simple vista” (Espinoza, 2005).
No podemos negar
la marcialidad de Soler. Testimonios de colegas, estudiantes y discípulos dan
cuenta de ello. Su bizarría, verticalidad y timidez en el fondo, lo hacían parecer
inaccesible, siempre reservado para sí mismo y cercanos compañeros; pero, en el
fondo abierto al diálogo. Su amplia producción teórica lo hace digno de
respeto. Soler hacía desde el trabajo más abstracto de concebir ideas hasta la
preparación impresa de sus textos. No tenía reparo en entrar en el debate[5].
Contexto
El pensamiento de
Soler se desarrolló en la segunda mitad del siglo XX. En un contexto político
de los gobiernos oligárquicos, el acontecimiento de enero de 1964 y el golpe de
Estado de 1968 hasta la nefasta invasión estadounidenses de 1989[6]. Este es el
contexto histórico de mayor convulsión política de la República, anómala con un
enclave colonial. El último día del
siglo XX, se puso fin, al menos formalmente, a ese enclave impuesto por Estados
Unidos. Una nueva etapa republicana que Soler no pudo ver por su prematura
muerte en 1994 alumbró el alba cuando los estadounidenses abandonaron la
denominada Zona del Canal en 1999. Soler fue uno de los pocos pensadores
nacionales que trascendió de lo mero descriptivo a lo teórico para analizar los
procesos de transformación en curso. Para comprender al autor y su pensamiento
es necesario tener en el horizonte de la producción teórica el contexto
concreto desde donde se pensó. Podríamos inferir que si no entendemos el siglo
XX mucho menos entenderemos las contradicciones de nuestro presente, tanto en
el plano nacional como mundial. A nivel mundial, el sistema mundo se
re-organizó de una nueva forma, donde Estados Unidos se constituyó hegemónico,
hoy en medio de una crisis de legitimidad[7],
a lo cual quedamos articulados subordinadamente.
Hasta el momento en Panamá aún
no se ha escrito una historia intelectual[8].
En términos generales poco se avanzó hasta la fecha, con algunos trabajos
individuales importantes; pero, no dan cuenta sistemática de nuestro pensamiento.
En cuanto a Ricaurte Soler, dada su prematura muerte, vemos un relativo interés
en su obra; algunos trabajos han visto la luz estos últimos años, por ejemplo:
los de Álvarez Murgas (2007)[9],
Pulido Ritter (2008)[10]
y Montiel (2013)[11], lo que facilita una
aproximación introductoria. En nuestro medio es urgente una historia
intelectual crítica, la cual nos ayude a comprender la forma de organización de
nuestro conocimiento. De esa forma, también comprenderemos la naturaleza de
nuestros procesos políticos, sociales, económicos y culturales. Lo uno no se
logra sin lo otro. Si tomamos como referencia eso nos percataremos de nuestra
desorientación en la medida que no tenemos claridad de la forma cómo nuestra
intelectualidad ha pensado de esta o aquella forma y cómo esa intelectualidad de
la decimonónica a la del siglo XX y lo que va de éste fue fundamental en la
concepción de la nacionalidad.
Otro de los temas centrales es
su interpretación del proceso torrijista. Es más, podríamos decir que el
proceso militar iniciado con un golpe de Estado en 1968 y el afianzamiento de
un régimen militar con un componente cívico de espectro amplio marcó a Soler y
a gran parte de la intelectualidad de izquierdas, unos lo apoyaron, como el
Partido del Pueblo, otros se constituyeron oposición como el Movimiento de
Liberación Nacional y otros sectores. Personajes tan singulares como José de
Jesús Martínez (Chuchú), profesor de Filosofía y Matemática, entre muchas otras
facetas fue pieza clave del torrijismo y amigo intimo de Ricaurte Soler[12].
El texto de mayor brío sobre esa coyuntura fue el capítulo seis Bonapartismo y nacionalismo revolucionario
de Panamá: Nación y oligarquía 1925-1975.
Donde explicó el poder estatal surgido de 1968 con las fuerzas armadas
desplazando a los demás sectores. Este momento histórico, señaló Soler, abrió “la
posibilidad […] de su transformación en regímenes nacional-revolucionarios que
conduzcan a la efectiva socialización de los medios de producción” (Soler, 1989:46). Lo cierto es que ese ideal se fue apagando poco a poco
hasta concluir con una nefasta invasión, abriendo un nuevo episodio
republicano. El cual Soler denominó de restauración oligarca.
Teniendo en cuenta la
ausencia de una historia intelectual en Panamá y menos trabajos sistemáticos
sobre la producción teórica de Ricaurte Soler consideramos oportuna una
investigación particularmente sobre éste pensador. El cual aportó singularmente
a dibujar los rasgos del pensamiento crítico en Panamá durante la segunda mitad
del siglo XX. Es notoria la ausencia de Soler en los trabajos realizados en el
plano nacional. Dado la importancia de la producción teórica de un autor de su
talla es necesaria una edición crítica de sus obras completas. En cuanto a esto
ésta investigación motiva trabajar en esa dirección. Hilando con mayor sutileza
podríamos decir sobre nuestra cultura: la constatable desideologización del
sistema de partidos y despolitización de la sociedad en general un pensamiento como
el de Soler resulta necesario en un panorama desolador como este, donde
predomina el pensamiento superfluo. En cambio, el pensamiento de Soler es un
pensamiento teórico y especulativo en sentido dialéctico que buscó interpretar
nuestro devenir histórico.
Historia de las
ideas
Otros de los ejes
centrales en la obra de Soler es la historia de las ideas. Toda su obra lo evidencia.
Junto a la obra de Horacio Cerutti Guldberg Hacia
una metodología de la historia de las ideas (filosóficas) en América Latina,
su breve trabajo Estudio sobre la
historia de las ideas en América son clásicos sobre la cuestión. Dadas las
circunstancias adversas al nombramiento de Soler en el Departamento de
Filosofía de la Universidad de Panamá[13] se decantó por
la Historia, sin dejar a un lado la Filosofía, encontrando una correa de
transmisión mediante la Historia de las ideas. Sobre todo en su madurez su
análisis estaba imbricado por un riguroso examen de la evolución histórica de
la nacionalidad panameña, latinoamericana e hispanoamericana. Lo cual ya había
iniciado en su trabajo de licenciatura Pensamiento
panameño y concepción de la nacionalidad durante el siglo XIX.
Su producción en
historia de las ideas es amplia, imposible de abarcar en esta primera
aproximación. En su obra de 1982 Cuatro ensayos de Historia estudió
las etapas del pensamiento y acción antiimperialistas
en Panamá. Eje articulador de todas las luchas estudiantiles de la década del
cincuenta y sesenta. El ideal antiimperialista de Soler se expresó con claridad
en la trinchera, en la batalla entre las ideas del neocolonialismo y las de la
liberación nacional, aún hoy inacabada. Así, Soler ubicó al general Omar
Torrijos en una posición comprometida hasta 1976, luego según Soler comenzó a
ceder la fortaleza de su “autonomismo” a los sectores oligárquicos, aún cuando
en el Tratado Torrijos – Carter de 1977 dio un nuevo aire al sentimiento
patriótico de las luchas generacionales por la recuperación del Canal, las
cuales pusieron fin al enclave colonial, “en nuestras luchas antiimperialistas”, dijo Soler “los
Tratados Torrijos – Carter constituyen un punto de llegada y de arranque […]
puntos de llegada puesto que se alcanzan nuevas escalas y puntos de arranque
puesto que todavía la nación es tarea agónica (en el sentido de Unamuno) y aún
no ha muerto el imperialismo”. (Soler, 1982:56). La relación
tensa con Estados Unidos aún es definitoria en muchos asuntos internos, en la
realización de alianzas de los grupos de poder en aras de hacerse con la
gestión del gobierno para garantizar sus intereses.
Soler se inscribió
en una empresa de mayor envergadura para comprender a Panamá en su complejidad.
En Formas ideologías de la nación
panameña (1972[1963]), estudia un arco de tiempo de mayor espectro, más
amplio que los trabajos anteriores, eso lo hace más complejo. El joven doctor
Soler, ya con 31 años vuelve a insistir en el tema con la novedad que ahora
hila más fino, este es el interregno hacia el Soler maduro. Como hemos dicho,
Soler intenta superar el positivismo en la Historia y pasar de lo mero
descriptivo a la teorización de los procesos históricos, como él mismo señala
en este texto: discutir “la fetichización de las fuentes” (Soler, 1972:13),
propio de los positivistas. Problematizar la metodología y el tratamiento de
las fuentes históricas de y en Panamá era algo relativamente reciente, sólo
hasta mediados del siglo XX con la figura de Carlos Manuel Gasteazoro se
revitalizó. A partir del magisterio de
éste se pudo “aclarar de manera científica nuestro pasado histórico” (Araúz,
1990:4), con la obra Introducción al Estudio de la Historia de Panamá.
Fuentes de la Época Hispana que
obtuvo el Premio Ricardo Miró en la sección de ensayo y publicó en 1956. A juicio del historiador Celestino Araúz, uno
de los objetivos fundamentales de la obra en cuestión fue “sistematizar los
estudios y la enseñanza de la historia en nuestro país que, hasta inicios de la
década del cincuenta, estaban en completo desorden” (Araúz, 1990:5). Esta labor investigativa impactó a Soler, al menos así
lo expresó en su trabajo de licenciatura y más en su tesis doctoral, la cual
dedicó a Carlos Manuel Gasteazoro, señalando “la imperiosa necesidad de
reformas y revisiones radicales”. (Soler, 1968) Naturalmente en la Historia y
esa fue precisamente, junto a la interpretación, la empresa soleriana posterior.
Volviendo a Formas ideológicas de la nación panameña el
autor nos indicó desde el principio la necesidad desenmascarar el carácter
ideológico de “los clanes académicos […] solidarios con la crisis de la
oligarquía nacional,” Soler escribe esto en agosto de 1963 antes de las
implosión del 9 de enero de 1964, con meridiana claridad plantea la necesidad
de que: “la visión retrospectiva sugiere el esquema de las tareas y prospectos
del futuro” (Soler, 1972:14) nada más necesario que pensar retrospectiva y
prospectivamente[14]. A diferencia de los
trabajos antes citados del joven Soler, en esta obra no sólo trata el
pensamiento liberal en la formación de la nacionalidad, sino también la formación
de la conciencia liberal. En los primeros trabajos, al menos en Pensamiento
panameño y concepción de la nacionalidad durante el siglo XIX no tocó el tema de la conciencia, como sí
empieza a profundizar en ello y sus premisas ideológicas en Formas ideológicas de la nación panameña. Según Soler ninguna otra ideología, más
que la liberal, podía expresar la aspiración del criollo vinculado a la modernidad
comercial que surgía de las antípodas del atrasado modo semi-feudal. Con un
claro interés y comprometido con su clase, una de sus más cimeras figuras
Mariano Arosemena apostaba por la “libertad de comercio” en la “zona de
tránsito” (Soler, 1972: 35). Soler le pone con razón un potencial
tremendo a la conciencia liberal, señala que en el Colegio Provincial del Istmo
se enseñó oficialmente la Ideología de Destutt de Tracy “considerada como el
epílogo del optimismo racionalista y del empirismo materialista que configuró ideológicamente
la revolución demo-liberal de 1789” (Soler, 1972: 36), no era poca cosa
vincular el proceso de formación del Estado moderno con una eventual conciencia
liberal, la cual encontraba en aquello, su más alta aspiración. Las ideas, aún
en sus formas más abstractas no están divorciadas de los procesos políticos concretos.
Conclusión
Ricaurte Soler es
el pensador crítico más importante de la segunda mitad del siglo XX. No hay
ningún trabajo sistemático sobre su obra. Hay intentos valiosos que ya hemos
mencionado. En ese sentido se hace necesario acometer esa tarea. En particular
la de hacer una edición crítica de sus obras completas. Un pensamiento crítico
como el de Soler es fundamental en tiempos como los de hoy, de indigencia intelectual.
El pensamiento de Soler está cubierto de una veta revolucionaria. Podríamos
estar en desacuerdo en algunos puntos, pero no quita un ápice al caudal
revolucionario que recorre cada uno de sus textos. Así, iremos armando el
rompecabezas de nuestra historia intelectual y forma de organizar nuestro
conocimiento, para impulsarnos con fundamentación al futuro, donde la realidad
no está divorciada de las ideas. Dónde estás últimas son el acicate para
transformar el mundo.
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[1] Esta es parte de
la investigación El pensamiento crítico
de Ricaurte Soler, producción teórica e historia intelectual con el código
VIP -01-06-05-2017-05, la cual está enmarcada en la línea de investigación Sociedad, cultura, pensamiento y comunicación
de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá.
[2] Para consultar
algunas de las obras de y sobre Soler, Disponible en línea: goo.gl/G53U9z (Acceso: 12-6-2018).
[3] Véase mi breve
artículo Ricaurte Soler, pensador de la cuestión nacional, antiimperialista y crítico
de la situación neocolonial.
Disponible en línea: goo.gl/H1pgPA (Acceso: 23-4-2018).
[4] Como señala Michel Lowy: “El romanticismo
es, en realidad, un movimiento cultural que atraviesa todos los campos de la
cultura humana –el arte, la literatura, la filosofía, la teología, la política,
las ciencias sociales, la antropología, la economía–; está presente en todos
esos terrenos. Y ese movimiento cultural empieza más o menos en la segunda
mitad del siglo XVIII, y tiene su primer portavoz importante en el filósofo
francés Jean Jacques Rousseau. Pero se va a desarrollar en el curso del siglo
XIX. Y mi opinión, la tesis que yo tengo es que continúa desarrollándose
también en el siglo XX, hasta hoy. Hasta hoy hay manifestaciones del
romanticismo, aunque no se autodenominen necesariamente románticas. Para esta
afirmación yo me atengo a esa frase de Marx no muy conocida, aunque me parece
muy significativa, en los Fundamentos de la crítica de economía política
[Grundrisse], en donde dice: “La
crítica romántica del capitalismo va a seguir acompañando al capitalismo como
su sombra, hasta que llegue el día bendito en que se acabe con el capitalismo”. Así
que hasta que no se
acabe con el capitalismo, seguirá existiendo la crítica romántica al
capitalismo; eso dice Marx”. Disponible en línea:
goo.gl/kC9Agt (Acceso: 15-6-2018).
[5] Para tener una
idea: en la cuarta de edición de Formas
ideológicas de la nación panameña, polemiza con Gunder Frank sobre el tema
de la existencia de “relaciones feudales” en Latinoamérica.
[6] En 1991 escribió
un texto sobre el particular: La invasión
de Estados Unidos a Panamá. Neocolonialismo en la posguerra fría.
[7] Para un análisis
del papel de los Estados Unidos, véase el trabajo de más de una década del Grupo de Estudios sobre Estados Unidos
de CLACSO. Disponible en línea: goo.gl/HoA9vz (Acceso:
1-9-2018).
[8] Recientemente se
publicó Protagonistas del Siglo XX
Panameño en seis tomos. Son un primer paso en esa dirección, a pesar de que
inexplicablemente Soler no esté entre esos protagonistas. También está Obra Selecta de Justo Arosemena. Es un
material importante para comprender a uno de los panameños más universales.
[9] Un material
bibliográfico completo, de sumo interés para los que quieran estudiar a Soler.
[10] Una crítica desmitificadora
de mucho rigor.
[11] Un laudatio de uno de sus discípulos
confeso y más cercanos colaborares.
[12] Eran tan buenos
amigos que cada uno dedicó al otro sus mejores libros. Chuchú le dedicó a Soler
Mi general Torrijos y Soler le dedicó
Estudio sobre la historia de las ideas en
América. Ambos murieron en la década del noventa.
[13] El sector
conservador -Diego Domínguez Caballero fue durante 1949 a 1977 director del
Departamento de Filosofía- siempre estuvo en tensión con Soler, al punto de ser
el profesor Rodrigo Miró de otro Departamento su tutor del trabajo de
licenciatura y posteriormente a su regreso con un doctorado perdió el concurso
de cátedra en Filosofía. Parte de esta disputa se recoge en el libro de Moreno
Davis (2006).
[14] Sobre recientes
estudios de prospectiva en Panamá véase: Aguirre
et al. (2016).
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