Los de arriba… y los otros en la restauración oligárquica [1] Por: Ricaurte Soler y Guillermo Castro Herrera
El problema fundamental que enfrenta el
proyecto del nuevo bloque dominante en formación es su viabilidad histórica y
social. En este sentido cuenta con ventajas y desventajas significativas. En
las primeras, ninguna es tan importante a corto plazo como la ausencia de un
proyecto político alternativo de corte auténticamente nacional-popular. En
efecto, las fuerzas sociales que podrían formular un proyecto de este tipo son
precisamente las que desempeñaron un papel protagónico en el auge torrijista de
los años setenta, y que con mayor dureza han debido enfrentar los efectos de la
crisis que caracteriza la transición al neocolonialismo en Panamá. Sin embargo,
a estas fuerzas, a su experiencia y a las nuevas formas de conciencia que
contribuyeron a forjar con su lucha, les cabe la observación que hacia Thomas
Paine al referirse a los intentos de la contrarrevolución europea de fines del
siglo XVIII por impedir la difusión de las ideas de la revolución francesa:
La ignorancia tiene una naturaleza peculiar: una vez
desvanecida, es imposible restablecerla. No es su origen una cosa que tenga
existencia propia sin tan sólo la ausencia de conocimiento, y aunque un hombre
puede ser mantenido en la ignorancia,
no puede ser hecho ignorante. La
mente, al descubrir la verdad, actúa del mismo modo que lo hace al actuar a
través del ojo descubriendo objetos, una vez que cualquier objeto ha sido
visto, es imposible que la mente retome al mismo estado en que se hallaba antes
de verlo […] no existe dentro de las posibilidades del lenguaje una combinación
de palabras para expresar algo tan complejo como los medios para efectuar una
contrarrevolución. Los medios deben implicar la extirpación del conocimiento; y
aún no ha sido nunca descubierto cómo hacer que un hombre desconozca lo que conoce, o des-piense
sus pensamientos[2]
De este modo, frente a la ventaja
coyuntural que significa la ausencia de un proyecto popular alternativo, el proyecto
del nuevo bloque dominante en formación enfrenta la desventaja de que debe ser
llevado a la práctica como parte integral de un programa económico y político
profundamente reaccionario, frente a unas masas que están capacitadas para
reconocerlo y oponerse a él. En efecto, la propuesta global de
institucionalización del neocolonialismo exige, en lo práctico, lo ideológico y
lo cultural, crear bases de consenso a través del desclasamiento y la
despolitización de amplios sectores populares y de capas medias empobrecidas.
Pero a estos sectores, la propia crisis los lleva a plantear demandas que por
esencia son anticapitalistas, en la medida en que entrañan un cuestionamiento
de la “naturalidad” del orden imperante y no puede ser asimilado por completo
en el discurso ideológico ni, por lo mismo, en el actual proyecto político del
Estado. De este modo, se crea una situación en la que la misma operación del proyecto pone de relieve los conflictos
que busca encubrir agudizando las contradicciones que debería mediatizar.
Devela, así, su carácter elitista y empobrecedor.
El verdadero problema se ubica más allá del
proyecto en sí: de lo que se trata es de que el neocolonialismo amplio,
profundiza y generaliza todas las contradicciones inherentes al desarrollo capitalista
dependiente en todos los planos de la vida social. Con ello, la crisis se
extiende a las mismas propuestas de consenso planteadas por la intelectualidad
del nuevo bloque dominante, al destacar al frente de ellas el hecho de que:
En cada cultura nacional existen, aunque sea sin
desarrollar, elementos de culta democrática y socialista, pues en cada nación
hay una masa de trabajadores y explotados cuyas condiciones de vida engendran
inevitablemente una ideología democrática y socialista. Pero en cada nación
exige asimismo una cultura burguesa (y, por añadidura, centurionegrista,
archirreaccionaria y clerical), con la particularidad de que ésta no existe
simplemente en forma de “elementos” sino como cultura dominante[3]
Considera la situación en esta perspectiva,
en la que los de arriba no pueden y los de abajo no quieren, podemos afirmar
que el rango distintivo de la coyuntura es una crisis de hegemonía y que, por
lo mismo, la perspectiva dominante en los años que por venir ha de ser la de la
lucha por resolver esa crisis de uno y otro de los bloques sociales
enfrentados, que puede ser sintetizada en la disyuntiva entre neocolonialismo o
liberación nacional. En el desarrollo de esa lucha por la hegemonía se
producirá inevitablemente un proceso de replanteamiento y rearticulación de
todos los temas fundamentales de nuestra política y nuestra cultura nacionales.
Todo ello se traducirá en una politización cada vez más abierta en la medida en
que, por un lado, se desvanezcan las mediaciones que encubrieron en el pasado
el carácter de clase de los aparatos ideológicos del Estado y, por el otro,
toda propuesta y toda acción correspondiente en el terreno de la creación, la
reflexión y la organización se vea remitida por la misma dinámica del proceso
político a la disyuntiva histórica fundamental a la que aludimos.
Este proceso, no obstante su carácter
incipiente, ha puesto en evidencia sus rasgos fundamentales y ya permite
señalar lo esencial de las tareas que se exigen. En efecto, el empoderamiento
de las capas medias, el desarrollo del movimiento obrero y el deterioro del
nivel de vida del campesinado y los sectores populares urbanos han dado lugar a
un estado de inquietud y movilización creciente de las masas, que pone de
relieve la incapacidad compartida por la burocracia y los partidos
empresariales, ya no solo para superar la crisis general que vive el país,
sino, incluso, para asumir en alguna medida la representación “interés general
de la nación”. Se pone de manifiesto, entonces, que el factor decisivo para el
desarrollo futuro no puede ser ubicado, obviamente, ni en el nivel de la
actividad de individuos dispersos, ni en el de de organismos puramente
“culturales”, en el sentido estrecho del término. De lo que se trata aquí,
tanto en lo político como en lo ideológico y cultural, es de avanzar en la
creación de un nuevo polo hegemónico de orientación nacional-popular capaz de
enfrentar con eficiencia política al bloque dominante en formación. Este polo
ha de rearticular a todas las fuerzas y sectores sociales y políticos que
frente al proceso de institucionalización neocolonial no pueden sino plantear
en un plano de superior complejidad las reivindicaciones de soberanía,
democracia, independencia económica y justicia social que han animado y animan
las luchas de nuestro pueblo.
Se ha dicho que en la realidad en que la
cultura puede ser definida como una visión del mundo dotada de una ética acorde
con su estructura, la política es la más amplia y compleja de todas las
manifestaciones culturales. La política supone la expresión masiva de esa
visión y esa ética aplicadas a la reproducción o la transformación de las
condiciones que definen el curso de la historia. Se puede decir, en este mismo
sentido, que es en este nexo entre la cultura como proceso político y la política
como expresión cultural donde cabe encontrar la clave de las perspectivas de
desarrollo de una política popular determinada. Es así como puede entenderse
que la creación de un polo nacional-popular de capas medias y trabajadores,
orientado a la liquidación política de la burguesía neocolonial es,
precisamente, la tarea en cuyos resultados se podrá apreciar mejor que en
ningún otro hecho el grado de conciencia que el pueblo panameño tenga de sí, de
su historia, sus intereses y su destino. Por lo mismo, la evolución futura de
la sociedad panameña estará íntimamente vinculada a las nuevas formas del
desarrollo y al accionar de organizaciones capaces de un cuestionamiento activo
y positivo de nuestra realidad social concreta. ¿No es eso mismo, acaso, lo que
nos reitera – con urgencia acrecentada por la crisis – la demanda de José Martí
de echarlo “todo al fuego, hasta el arte, para alimentar la hoguera”? Éste es,
pues, el mejor de los caminos para la preservación y el desarrollo de nuestro
ser nacional-popular: aquél en que él mismo se desarrolle como un instrumento
para la construcción de nuestra autentica libertad y soberanía.
Panamá,
febrero-marzo de 1985
[1] Soler, R. & Castro
Herrera, G., 2011. Panamá. Del Estado Torrijista a la Restauración Oligarquica.
En: P. Casanova González, ed. El Estado en América Latina Teoría y práctica.
México: Siglo XXI/UNU, pp. 482-504. (Extracto).
[2] Thomas Paine. Rights of man. Nueva York. Penguin. 1984, pp. 118-119. (cursivas
nuestras)
[3] V.I. Lenin. “Notas críticas sobre la cuestión nacional”, en Obras
escogidas, 12 tomos, tomo V, p.18.
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