Nuestra Tarea: Construir un Poder Social Alternativo. Por Juan Jované


La situación del país se caracteriza por una clara incapacidad del Estado y de quienes gobiernan al país para resolver los graves problemas que aquejan a la población. Las dificultades con el costo de vida se mantienen incólumes, los salarios de los trabajadores continúa su deterioro, el transporte público sigue en un estado caótico, la seguridad ciudadana cada vez es peor, los servicios de salud y educación se siguen deteriorando, la población sin techo sigue sin recibir respuesta, los problemas de los pueblos originarios se han quedado sin resolver. Así mismo, la crisis del sector agropecuario alcanza niveles críticos, mientras que el medio ambiente se sigue malogrando. Estamos, entonces, en la difícil trayectoria que empuja al país hacia una forma de Estado Fallido.
Esta situación no resulta de la simple casualidad. Es el resultado de la propia lógica de un sistema depredador, centrado en la acumulación por desposesión, que utiliza al Estado como medio de acumulación privada y como palanca para consolidar y ampliar el poder económico, social y político de la clase dominante interna, la que, a su vez, se encuentra aliada y subordinada a los intereses de las transnacionales y los Estados que las representan. En este contexto solo se puede esperar la continuidad de la rapiña de los fondos públicos, que tiene su expresión más ruin en la corrupción abierta y la utilización de los mismos con fines políticos. No es casual que el PAN sigue operando bajo el actual gobierno como si nada hubiera pasado. También se puede esperar que se sigan deteriorando los derechos sociales, por ejemplo por medio de una inminente reforma del régimen de seguridad social, así como la continuidad de un sistema tributario que asalta la renta del Canal de Panamá a fin de reducir la carga tributaria de los más ricos. No menos clara es la inminencia de la imposición de una estrategia de crecimiento que incluye el desarrollo de un sector extractivo – minero, tal como lo recomiendan las Instituciones Financieras Internacionales, así como la creciente especulación con las tierras urbanas que hoy afectan seriamente a muchos sectores medios de la sociedad.
Se equivocaron quienes pensaron que el actual gobierno, que surgió de la matriz de la partidocracia y su sistema electoral antidemocrático, el cual expresa con nitidez los intereses de los sectores económicos dominantes locales y externos, podía representar una opción de cambio. A pocos meses de su instalación la realidad ha demostrado que el actual gobierno mantiene las prácticas que caracterizan la política neoliberal, enmarcada en este caso en un ambiente de arreglos políticos de recámara y en un marcado elitismo de parte de los más altos funcionarios. En su actuación el nuevo gobierno y su política externa, que apunta hacia la llamada Alianza del Pacifico, muestra que el país se mantiene bajo la dura férula de la clase compradora que históricamente ha mostrado su naturaleza antinacional.
Se trata, además, de un gobierno que empieza a mostrar su naturaleza autoritaria y represiva. Esto se muestra claramente en su intolerancia a la crítica y a las presiones de los sectores que reclaman sus derechos. No es casual que el orador oficialista del 2 de noviembre argumentara, haciéndose eco de la visión gubernamental, que “no podemos caer en el error de compartir la infundada y temeraria impaciencia de algunos”, descalificando, además, cualquier actitud crítica frente a las acciones de gobierno, argumentado que “la impaciencia crea el caldo de cultivo que necesitan los demagogos para confundir y sorprender a la sociedad con sus programas y pretensiones mesiánicas”. También se equivocan, entonces, quienes piensan en que el actual gobierno puede enrumbarse hacia una dirección progresista.
En este contexto quienes pretendemos un cambio hacia una sociedad con un alto sentido nacional, basada en los principios de la justicia social, la democracia, la solidaridad, la diversidad y el pleno respeto a la naturaleza, tenemos la responsabilidad de actuar a fin de construir un poder social alternativo. Tenemos que estar convencidos de que la cuestión del poder del Estado es crucial cuando se trata del cambio social progresista. Se trata, entonces, de construir un poder social distinto al de los sectores dominantes, el cual, en primer lugar, sea capaz de detener los intentos de consolidar y profundizar el modelo neoliberal vigente. Se trata, además, de un poder que aspira a crecer hasta lograr el poder político a fin de refundar el Estado para darle un contenido que permita convertirlo en un verdadero Estado Nacional al servicio de la población y no de los sectores actualmente dominantes.

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