Algunas impresiones sobre la realidad nacional. Por Reynaldo Daniel García Rodríguez
Un pueblo
sin voz ni
conciencia, incapaz de
hacer exigibles y
defendibles sus derechos
y obligaciones, renuncia inevitablemente, al
compromiso histórico de la lucha por la libertad
y, por consiguiente, al
rol que, como sujeto
histórico responsable, le
atañe en la
transformación de su
realidad histórica.
Con ésta
breve sentencia, que resalta el
valor innegable del
compromiso en la lucha
por la libertad,
me gustaría colocar, dentro de un
contexto particular, el
papel que hoy
desempeña la ciudadanía panameña.
Diré, pues,
que una de
las muchas excusas
injustificadas de las
que solemos hacer empleo,
es la tocante a
las prácticas político -
electoreras que, en abierta
complicidad con los
depredadores de la libertad y
los sueños humanos,
claudicamos al honroso
deber de la
conciencia, que nos
compromete en el
mancomunado esfuerzo de
hacer patria.
De éste
modo, les concedemos
el privilegio de representarnos y, sin
embargo,
se advierte que,
en definitiva, “la
medida de sus
aspiraciones es proporcionalmente equivalente a
la de sus
roedoras ambiciones”. Es
éste, pues, uno
de los tristes
capítulos que se
produce en la
escena política y ciudadana,
como consecuencia
de la inercia
y mediocridad que se
deja entrever en
la manifestación colectiva
de la ciudadanía.
Ante un
hecho innegable como
éste, cabe preguntarse
¿Existe, en suma,
una profunda crisis
de valores éticos, cívicos y
morales que permea
en la actualidad
del discurso político
e histórico? Y,
en éste orden
de ideas, ¿Cuáles
son los factores
sociológicos, en términos
de interacción existente
entre los sujetos
históricos responsables y
la realidad política
y económica, que condicionan tal
compromiso?
Muchas son
las causas y
de variada índole,
y están vinculadas,
sobre todo, a la
constitución muy singular
de los sistemas
y a las
dinámicas que lo
integran en lo
que se refiere
a “la conformación
de las subjetividades”. Y,
desde luego, al
gran influjo de
las jerarquías sociales
que, según el
grado de mayor
o menor importancia
de las mismas,
repercutirán en la realización, más
o menos óptima
o ineficiente, de
las posibilidades individuales.
Así,
advertimos que, por
ser “la jerarquización de
la sociedad”, uno
de los rasgos
distintivos del sistema capitalista
beligerante, en virtud
del grado de acumulación capital,
se pasa de
considerar al ciudadano, desde
un punto de
vista antropológico, a
la fijación de una concepción
materialista del mismo,
repleta de intereses
contradictorios, no
exenta de la manipulación
externa,
“cual si se
tratase de semovientes
al redil del
buen Pastor”.
En un
escenario histórico como
éste, en el
que el “Capital”
se erige como
deidad, el compromiso de luchar
por la libertad,
parece extraviarse entre
las frondosas
selvas de la
inercia. Irremediablemente, se priva al
ciudadano panameño de vivir en
plena libertad, gozando de
las riquezas patrimoniales
que ha de ofrecerle
su país, ante
una realidad política
y económica que,
en palabras de Voltarie, “representa
el perfeccionamiento de la barbarie”.
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