Benjamin, ochenta años. Por: Abdiel Rodríguez Reyes
Este breve artículo lo escribo pensando en y desde
Panamá. ¿Por qué nadie dijo ni una sola palabra sobre Walter Benjamin en ningún
medio? Parece que nuestras preocupaciones siempre son endogámicas y domésticas.
Con algunas estrellas fugaces que se pierden en el espacio.
Hace ochenta años (26 de septiembre) se suicidó
Benjamin. Era otra víctima del totalitarismo nazi. Sus compañeros del Instituto
de Investigaciones Sociales lo esperaban en Estados Unidos, también su amiga
Hannah Arendt. No logró escapar y optó por suicidarse; Zizek habla de que un
agente ruso lo pudo haber matado en un tren. La cuestión es que dejó una obra
inconclusa. Sin embargo, lo escrito es de gran potencia. Fue un pensador
extemporáneo y hoy se nos presenta como contemporáneo. Parecer hablarnos al
oído para entender el momento.
Su propuesta de pensamiento a contrapelo no tiene
parangón. Cuando todos abrazan el progreso y lo políticamente correcto tenemos
a un Benjamin en sentido contrario. Allí radica la riqueza de su pensamiento.
Todo y todos parecemos ir hoy en una misma dirección: la de la "nueva
normalidad". Él vería ruina sobre ruinas. Necesitamos ir en contrasentido
del orden vigente. Y siempre desde abajo, con la "memoria de los sin
nombre".
Como diría Michael Lowy, Benjamin es “el primer partidario del materialismo
histórico ya que rompe radicalmente con la ideología del progreso lineal“. Allí
radica su potencia, en romper con el como una única vía y rescatar una memoria
histórica distinta a la de arriba.
Los mismos de siempre, escriben la historia de
siempre, cambian en la superficie para dejar el fondo igual. La Historia
oficial como instrumento ideológico borra a los de abajo y encubre lo distinto.
Necesitamos este sustrato para las transformaciones. El ángel de la Historia de
Benjamin nos invita a dar otro vuelo, por allí va lo alternativo. Estamos ante un pensador cuya deuda es impagable.
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