El crecimiento de “la desigualdad se está acelerando”. Por: Marco A. Gandásegui, hijo
Hace apenas seis
años, en 2010, sólo 388 personas poseían la misma riqueza que la mitad más
pobre de la población mundial. La mitad más pobre representa más de 3.5 mil
millones de habitantes. Lo que es aún más increíble es que el año pasado – 2015
– sólo 65 personas concentraban la mitad de todas las riquezas en el mundo. Vivimos
en un sistema concentrador y excluyente.
Según
Winnie Byanyima, de Oxfam Internacional, “no podemos aceptar que la mitad más
pobre de la población mundial posea la misma riqueza que un puñado de personas
ricas que cabrían sin problemas en un autobús”. Señala que “la tendencia
ascendente de la desigualdad se está acelerando. No podemos
seguir permitiendo que cientos de millones de personas padezcan hambre mientras
que las élites económicas absorben los recursos que podrían ayudar a estas
personas”.
En el caso de Panamá,
la situación es igual o peor. Según cifras gubernamentales, desde la invasión
militar norteamericana de 1989, las remuneraciones de los trabajadores,
profesionales y asalariados, en general, se duplicaron. En cambio, las
ganancias de los empresarios se multiplicaron quince veces. Si un trabajador
tenía un salario de 250 dólares al mes en 1990, era probable que en 2015 su
salario podía ser era igual a 500 dólares. En cambio, si un empresario mediano tenía
ganancias de 50 mil dólares al año en 1990, su ingreso sería 750 mil dólares en
2015.
Si incorporamos
la inflación al cálculo, el trabajador estaría recibiendo, en la actualidad, un
salario inferior al que tenía en 1989. Lo que las cifras no dicen en forma
clara es que gracias a las políticas neoliberales (flexibilización,
desregulación y tratados comerciales), el número de trabajadores ha disminuido
significativamente. Mientras que en 1989 sólo el 10 por ciento de los
trabajadores asalariados (incluyendo profesionales) eran informales (sin
seguridad social o contrato de trabajo), en 2015 la cifra superaba el 40 por
ciento. Es decir, conseguir un empleo formal remunerado en Panamá es muy
difícil. Especialmente, si el que busca el empleo es un joven… y mujer
La situación
afecta también a los pequeños y medianos empresarios. Según cifras
gubernamentales, cada vez hay menos panameños que incursionan en el mundo de la
producción u otras actividades empresariales. Muchos emprendedores son
expulsados del mercado por falta de crédito o por leyes que los desfavorecen.
Sólo teniendo en cuenta el sector agropecuario, son miles de pequeños y
medianos agricultores panameños que han tenido que abandonar sus fincas -
incluyendo tierras, máquinas e infraestructura – por competencia desleal
promovida por los gobiernos de turno.
El actual
gobierno neoliberal cree, al igual que los anteriores, que con paliativos como
“120 para 65” reducirá la pobreza y la creciente desigualdad. El equipo que
trabaja con el presidente Varela conoce muy bien las cifras de la pauperización
pero continúa aplicando medidas que sólo favorecen a los inversionistas más
ricos del país y extranjeros. Ahora anuncia que pretende aumentar nuevamente la
edad de jubilación, reducir el número de beneficiarios por asegurado y reducir
los beneficios de los programas de salud. Obviamente los incrementos de las
cuotas del Seguro y las medidas de austeridad beneficiarán directamente al 1
por ciento de los más ricos que ya se apropian sin trabajar del 30 por ciento
de las riquezas del país.
La solución para
estos problemas es técnicamente sencilla. Sin embargo, hay una estructura
social que impide que se tomen las medidas políticas necesarias. Los más ricos
son quienes controlan los resortes gubernamentales, son también quienes hacen y
ejecutan las leyes. La primera medida consiste en que el 1 por ciento más rico,
pague sus impuestos. En la actualidad,
no pagan impuestos sobre la renta, sobre las ganancias, sobre las propiedades
que poseen ni sobre el patrimonio que declaran.
En segundo lugar,
los miles de millones de dólares que recibe el fisco panameño en concepto de rentas
que el mundo paga por el uso de nuestra posición geográfica tiene que
invertirse en actividades productivas, tanto en la industria como en el agro.
El modelo de desarrollo productivo generaría un desarrollo generalizado a lo
largo del país. El crecimiento económico tendría un impacto sobre todas las
regiones.
Por último, lo
más importante, se crearía una fuerza de trabajo (‘capital humano’) altamente
calificada que sería empleada formalmente, produciendo enormes riquezas, y
consolidando familias y comunidades, capaces de aplastar el crimen organizado
(corrupción) y el ‘pandillerismo’ (clientelismo).
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