Iglesia hacia el futuro. Peligros y retos - Jorge Sarsaneda del Cid
Peligros
Hablando con diferentes
personas –practicantes y no practicantes; cercanos y lejanos; comprometidos e
indiferentes; formados y poco formados; del campo y de la ciudad- he llegado a
la conclusión de que la Iglesia católica en Panamá tiene, para los próximos
años, grandes retos pero también grandes peligros.
Entre los peligros –que son
muchos- consigno el peor: el afán de poder y dinero, que, para
Jesús, es lo más grave en cuanto a pecado. Se supone que los sacerdotes y
obispos estamos para servir, para compartir la suerte de la gente más
necesitada. Sin embargo, se ve -en actitudes y hechos- que más buscamos poder y
dinero que servir. No se trata de hacerse juez de nadie, pero ¿cómo acepta el
Estado Vaticano nueve millones de dólares de parte del des-gobierno Martinelli
a cambio del terreno de la actual nunciatura? ¿Qué mensaje se nos da con esto?
Otro peligro: la imposición
de normas e intolerancia. Toda sociedad y grupo necesita normas. Pero una cosa
es la necesidad y otra la imposición absurda. ¿Qué hacemos los sacerdotes
imponiendo normas sobre educación sexual y matrimonio si no somos casados ni
tenemos –normalmente- esa experiencia? ¿Por qué hacemos tan difícil la
participación en la Eucaristía? ¿Por qué hacemos –de hecho- a las mujeres y a
los laicos en general, cristianos de segunda categoría? ¿Qué fue del Vaticano
II?
Otro peligro: Muchas veces
he escuchado a las personas en las celebraciones comunitarias decir que han
sido un ‘éxito’ si asistieron muchos y un ‘fracaso’ si asistieron pocos. Nos
hemos acostumbrado a pastoral de eventos masivos. En ellos, normalmente, se
trabaja el sentimiento, la emoción, lo superficial, no lo profundo. Es un poco
el éxito de las sectas: muchas veces acentúan lo emocional, los sentimientos de
las personas pero en la raíz, más bien poco. ¿Qué es lo importante: la cantidad
o la calidad? Si es la cantidad, Jesús fue un completo fracasado.
Otro peligro: Me ha tocado
dar charlas de bautismo en diferentes lugares y siempre me he encontrado con un
problema: la poca formación de muchos laicos. Muchos no conocen el Vaticano II,
mucho menos Aparecida. ¿A qué se debe? Pero no sólo eso, muchos sacerdotes no
continúan su formación, ni siquiera leen periódicos, no preparan sus homilías
(hablan una hora, en desorden y sin respeto al auditorio). ¿Por qué ha pasado
tanto tiempo y no se conoce más profundamente los evangelios y los textos
fundamentales de la iglesia latinoamericana?
Otro peligro: Aunque
reconozco que hay muchos sacerdotes muy cercanos a los más pobres y marginados,
también hay muchos que se esmeran por tener cercanía con los ricos y entregar
–si acaso- dádivas a los pobres. Si el evangelio es tan claro, ¿a qué se debe
esto? ¿Por qué la principal actividad de los días de Navidad es entregar
juguetes sobre todo en lugares en los que la desnutrición raya el 90%? ¿Es para
acallar conciencias?
Un peligro más: La iglesia
–en su jerarquía- pareciera vivir al margen de la situación del país.
Reconocemos que hay injusticias flagrantes en nuestro país. En el gobierno
anterior hubo asesinatos (Bocas, San Félix, Colón, Tocumen) y eso ha quedado
impune, nadie habla de ello y el principal responsable se pasea por el país
insultando nuestra dignidad. Se está “descubriendo” que hubo corrupción a
diestra y siniestra y todo eso va camino de la impunidad también. Una muestra
clara es que los “diputados” que cometieron fraude, han sido reelegidos. ¿Por
qué los señores obispos no dicen nada concreto al respecto y sólo hablan en
general? ¿Por qué recibieron dinero de ese gobierno corrupto?
Retos
Hemos visto algunos
peligros que se ciernen sobre la iglesia católica o que están incrustados en
ella. Veamos ahora los retos.
Reto fundamental: Los
cristianos vivimos para servir y, si no lo hacemos, no servimos para nada. Hay
que vivir cercanos a los que más sufren. No nos confundamos: no se trata de
‘servir’ tragos y boquitas en un acto diplomático, sino de hacer lo que dice el
Evangelio. ¿Cuántos sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos trabajan en
pastoral indígena en Panamá? ¿Por qué no se ha continuado el esfuerzo de 35
años en esta pastoral? ¿Cuántos sacerdotes, religiosas u obispos participan en
las marchas del 1° de mayo? ¿Por qué hay sacerdotes y obispos que se portan
como dueños de las parroquias y diócesis cuando debería ser al revés? Todo un
reto.
Otro reto: Tener corazón
abierto, ser tolerantes, ser misericordiosos, ser transparentes. Es un llamado
evangélico que –gracias a Dios- ahora es acentuado por el Papa y algunos obispos.
Hemos apartado a mucha gente de la participación en la iglesia por nuestra
intolerancia, nuestras imposiciones, nuestros corazones de piedra. Es necesario
cambiar. Insistimos en doctrinas que no se basan realmente en el Evangelio. No
somos realmente transparentes en el uso del dinero.
Siguiente reto: Respeto a
las culturas, fortalecer las iglesias autóctonas. Este es un camino iniciado
formalmente en Panamá desde hace 35 años, pero por lo visto se ha decretado su
muerte. Los pueblos indígenas de este territorio, los grupos afros (coloniales,
caribeños), merecen no sólo respeto sino que el Evangelio se exprese en sus
culturas, en sus cosmovisiones. ¿Acaso no resucitó Jesús en toda la humanidad?
Otro reto: Urge la
formación profunda, abierta, que provoque y promueva libertad. No es posible
que la mayoría de los católicos panameños no conozca el Vaticano II ni los
grandes textos de la iglesia latinoamericana. ¿Qué sabemos del martirio y
luchas eclesiales del siglo XX en A.L.? ¿Por qué los laicos no toman en serio
su sacerdocio y su ser mayoría en la iglesia? ¿Por qué las mujeres, siendo
mayoría absoluta, no tienen decisión en la iglesia?
Un reto más: Uno de los
aspectos más descuidados del trabajo eclesial es la organización comunitaria y
es algo en lo que todos deberíamos involucrarnos. Los laicos como principales
gestores, pero también los sacerdotes y obispos como los servidores de esta
misión. Pero organización no es sólo juntarnos para construir la capilla,
también para defender los derechos, para denunciar injusticias, para apoyar a
los más necesitados. Impulsar la organización de la comunidad es obligación del
sacerdote, ¿lo hacemos?
Finalmente un reto difícil:
denunciar las injusticias. No podemos pasar frente a tanta injusticia sin
denunciarla. No decir “la violencia –venga de donde venga- es condenable”, como
se dijo muchas veces durante las dictaduras sangrientas en A.L. Hay que hacer
las denuncias concretas, como concretos son los fallos. ¿Cómo es posible que en
los últimos cinco años haya habido tanta corrupción y las denuncias han
brillado por su ausencia? No sólo eso, se aceptó dinero de ese gobierno
corrupto. Los asesinatos de Bocas, Chiriquí, Colón y Tocumen quedaron impunes,
¿quién reclamó e insistió en la denuncia? Urge renovar ese espíritu profético.
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