Las emergencias del pensamiento crítico y la decolonialidad. Por: Abdiel Rodríguez Reyes
Quiero agradecer a Salvador Sánchez y
también a las compañeras y compañeros del Instituto de Estudios Democráticos
del Tribunal Electoral por la invitación a esta Quinta Conferencia Virtual, en
la cual trataré la cuestión del Pensamiento crítico y la decolonialidad
a la luz de la Sociología de las emergencias.
Las emergencias
La idea de emergencias se la tomamos prestada a
Boaventura de Sousa Santos, de un libro cuyo título es Renovar la teoría
crítica y reinventar la emancipación social (2006). Es precisamente ese el
sentido que le queremos dar a esta breve exposición. Boaventura lo plantea como
aquella sociología que encara a la “razón proléptica”, es decir: doctrinaria.
Este un punto importante a la hora de ver cómo se imponen los criterios de los
grupos de poder económicos, como diría Marco Gandásegui quien recientemente falleció.
La
Sociología de las emergencias “produce experiencias posibles”. Es muy habitual
discutir sobre las condiciones objetivas para las transformaciones, pero si
esperamos, estas no nos caerán del cielo. Se tienen que tejer en comunidad o
sembrar la semilla y esperar su florecimiento; la verdad no estamos haciendo ni
lo uno ni lo otro, quizá muy intermitentemente con poco impacto, pero podemos
aprender de nuestras experiencias históricas. Desde las emergencias el mundo es
más rico de aquel “tiempo lineal” y de un “sentido único”.
Boaventura
dice: “estamos todavía más abiertos: hoy decimos que
otro mundo es posible, un mundo lleno de alternativas y posibilidades”. Experiencias en
otros territorios van en esa dirección. El orden vigente intenta mitigar este
tipo de emergencias. De aquí extraemos la idea de emergencia.
Pensamiento
crítico
Ahora
nos corresponde definir nuestra concepción de pensamiento crítico. Algunos
colegas me preguntan qué es pensamiento crítico, aquí algunas líneas al
respecto. No se trata de una respuesta cerrada, está abierta a tejerla en
comunidad y sembrarla desde ya. Es un punto de partida, eso sí, inevitable para
lo que entendemos por pensamiento crítico aquí.
Las
Tesis sobre Feuerbach (1845) son un referente importante. Son breves
pero profundas. La primera tesis habla de la actividad “crítico-práctica” en la
tercera es más explícito, habla de “práctica revolucionaria”. Por último, la
más conocida y famosa undécima tesis en lo que importante no es solamente
“interpretar” el mundo, sino transformarlo. En síntesis, el pensamiento crítico
es práctica revolucionaria y transformación en el sentido aquí expuesto por
Marx.
La
revolución tiene por lo menos dos acepciones. La primera es aquella donde se da
una restauración, de la “estabilidad” o “antiguos privilegios”; la segunda como
transformación como diría Hannah Arendt es “una empresa nueva”. Esta concepción
marxista la unimos con otras tesis, las de Walter Benjamin, estas están en las
variantes a Sobre el concepto de Historia (1942) en la Ms-BA 1099:
“Marx dice que las revoluciones son la
locomotora de la historia mundial. Pero tal vez se trata de algo por completo
diferente. Tal vez las revoluciones son el manatazo hacia el freno de
emergencia que da el género humano que viaja en ese tren”.
Los acelerados y
exponenciales cambios en los últimos años producidos por la Cuarta Revolución
Industrial se aceleran más aún en esta coyuntura de pandemia, nos muestra la
emergente necesidad de un freno ante el abismo.
La decolonialidad
Esto no tiene por qué retraernos
a un pasado idílico, de un paraíso en la tierra. Sin embargo, si nos invita a
pensar en el mundo en que vivimos para transformarlo de raíz. Hacía una
pretensión de justicia como diría Enrique Dussel. En los últimos años hemos visto cómo la
decolonialidad atina a lo medular de la cuestión. No sirve de mucho si damos un
frenazo sin cambiar de dirección. Cuando nos planteamos la relación entre
pensamiento crítico y decolonialidad suponemos entonces una transformación
desde la raíz.
Muchos de los problemas de hoy
tienen una matriz colonial estructural e históricamente heterogénea. En 1492 se
implementó lo que Aníbal Quijano llamó con medular claridad colonialidad del
poder a finales de la década de los noventa, consistía en el control del
trabajo y sus productos; la naturaleza y sus recursos; el sexo, sus productos y
la reproducción de la especia; la subjetividad y sus productos materiales e
intersubjetivos, la autoridad y sus instrumentos de coerción.
Solo
es cuestión de poner sobre la mesa cómo hay una división internacional del
trabajo; una doctrina del shock extractivista; una heteronormatividad;
el eurocentrismo que aún no termina de morir y la geopolítica del Imperio. La
colonialidad del poder está presente bajo nuevas formas. La decolonialidad como
tal, trata de desprenderse mediante la construcción de oportunidades críticas,
prácticas y revolucionarias, ya no como una opción sino como una necesidad
inevitable para poder reproducir la vida en el planeta.
En
síntesis, no tenemos receta alguna, solo aquella de aprender de las
experiencias históricas y tejer comunidad o como diría Marx “la sociedad humana
o la humanidad socializada” a partir de nuestras propias experiencias, territorialidades
y corporalidades.
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