Los desafíos del pensamiento crítico. Conciencia y eurocentrismo. Por: Abdiel Rodríguez Reyes
Desafíos del pensamiento crítico
Los
desafíos del pensamiento crítico en el siglo XXI son innumerables. Queremos
abordar algunos temas bajo esa denominación, de por sí amplia. El pensamiento
crítico corre el riesgo de convertirse en cliché. Puede decir mucho y nada al
mismo tiempo. Para salir del paso decimos, desde espacios privados y públicos:
¡necesitamos pensamiento crítico! La empresa privada necesita trabajadores
capaces de abstracción y resolver problemas, la sociedad necesita ciudadanos
capaces de pensar. Pero, realmente ¿qué hacemos? Vale la pena partir de la idea
de la potencia del pensamiento crítico. El pensamiento crítico no se
trasplanta, no es una técnica. Para formarse en pensamiento crítico es
necesario el trabajo concienzudo del concepto hasta interiorizarlo y hacerlo
parte del ethos. Estos primeros puntos son motivo de nuestra
preocupación, aunado a otro más abstruso, el de la descolonización del pensamiento
crítico; Raúl Zibechi escribió todo un libro al respecto, analizando los
movimientos sociales — rescatando sus prácticas y saberes — y criticando los
progresismos contarios a la emancipación de los pueblos.
Hoy es
habitual escuchar pensamiento crítico por doquier. Desde los espacios
academicistas hasta los empresariales. Cierta pseudo erudición en la academia
es una camisa de fuerza para la necesaria heurística, la invención de algo
nuevo e interpelador. Por lo tanto, el solo enunciar pensamiento crítico no
tiene utilidad práctica más allá de una retórica burda. En muchas universidades
se habla de pensamiento crítico, pero, como cliché. No materializarlo es una
muestra más de nuestra precariedad cultural. Las sociedades liquidas, —
descomprometidas y expertas en huir de “cualquier trama densa de nexos
sociales…” — del siglo XXI, con sus nuevas formas de expresarse cada vez más
desvanecientes hacen difícil el análisis concreto. Tenemos que recuperar esa
carga histórica tradicional de pensamiento crítico, de un Marx o un Horkheimer,
sin renunciar a su radicalidad. De la misma forma también hay ciertos
anacrónicos, es decir: usar categorías y esquemas que no corresponden a
nuestras realidades. En ese sentido, amerita hacer el esfuerzo de aclaración
conceptual, hasta filológica y contextualizar las ideas.
Ante la
liquides en la cual se maneja el pensamiento crítico, es necesario un giro de
180 grados, para darle solides. ¿En qué consiste esa solides? En dar el paso de
cliché a una propuesta concreta de trabajo de la conciencia y transformación
social. Una cosa no se logra sin la otra. En el plano institucional de
educación pública, de formación ciudadana e incluso la formación de cuadros
políticos, la máxima kantiana se vuelve imperativa: atrévete a pensar; es
esculpir el espíritu. Ese pensar como esfuerzo reflexivo, científico y ético.
Sin esto último nos enseña Enrique Dussel nada de lo anterior es posible. El
egoísmo trillado de nuestro tiempo dificulta cualquier esfuerzo teórico y
práctico de una conciencia afín a la convivencia con los otros y nuestro
entorno o, como diría Axel Honneth, de la responsabilidad. No tenemos que hacer
cambios aparentes superficialmente, sino, aquellos profundos para el desarrollo
pleno de la vida en metabolismo con la naturaleza.
De esa
realidad surge la necesidad del pensamiento crítico, desprendiéndose, por
supuesto, de las taras de la mediocridad y el cliché. El estado de confort en
que muchos nos encontramos a veces adormecidos (para no decir todos y todo el
tiempo) o, como diría Marcos Roitman somos operadores sistémicos funcionales al
sistema capitalista, el cual es como una hidra como nos evidenciaron los
zapatistas en su seminario El pensamiento crítico frente a la hidra
capitalista de 2015. Hay que cortarle todas las cabezas y pensar,
crear, proponer algo distinto, más humano, más acorde a nuestras necesidades;
lo demás es fetiche. Las ideologías dominantes del siglo XX e incluso en el
contexto de la Guerra Fría no dieron respuestas definitivas en el tiempo a las
necesidades. Es una actitud ética no abandonar el pensamiento crítico como la
han defendido muchas y muchos que han soñado otro mundo distinto. En Panamá
recordar a Clara Gonzáles y Ricaurte Soler (por citar algunos) es motivo de
emulación en un nuevo momento que mantiene el viejo anhelo de transformar el
mundo.
Estamos
en un estadio de reposo, algunos críticos mordaces de la sociedad alienada
hablan incluso de una lobotomía, de la extracción de las capacidades racionales
para tener criterio propio. Las distintas tragedias que a lo largo de los
últimos años se han acumulado como ruinas tras ruinas (como el ángel de la
historia de Paul Klee, interpretado por Walter Benjamin), la ruina de la
desigualdad y el ecocidio son los principales. La potencia está allí, esperando
el trabajo de la conciencia ética para la transformación social, para un mundo
justo con los otros y la naturaleza.
El
eurocentrismo
Como
decíamos, el tema del eurocentrismo es más abstruso. ¿Tiene alguna “utilidad”
la crítica al eurocentrismo? La respuesta es fácil: sí. El eurocentrismo como
lo explicó Samir Amin es una ideología. La universidad, la academia, es un foco
de reproducción, está relacionado con la asimetría y la univocidad discursiva intrínseca.
Usamos esquemas occidentales sin tomar en cuenta las realidades y la carga
histórica de Abya Yala, no hay una
correspondencia exacta; hay interconexión mundial, pero heterogénea.
Un pensamiento crítico si realmente lo es, tiene que encarar las asimetrías y la univocidad de la ideología eurocéntrica. Hay mucha reflexión encubada, de otro tiempo y topos, lo cual no es el resultado de un puente entre la teoría y la praxis, en la línea del sentipensar de Fals Borda. El supremacismo eurocéntrico se manifiesta en las asimetrías y la univocidad discursiva, consiste en la reproducción total o parcial del pensamiento producido en los países del norte, occidental, industrializado, en el mejor de los casos con adaptaciones y modificaciones para meter la realidad en la teoría. Objetivamente no negamos el carácter mundial de las contradicciones del capitalismo, pero no descartamos la necesidad de pensarnos desde nuestras realidades con marcos teóricos y metodológicos descolonizados. Sin dejar de actuar y soñar con otro mundo posible.
Un pensamiento crítico si realmente lo es, tiene que encarar las asimetrías y la univocidad de la ideología eurocéntrica. Hay mucha reflexión encubada, de otro tiempo y topos, lo cual no es el resultado de un puente entre la teoría y la praxis, en la línea del sentipensar de Fals Borda. El supremacismo eurocéntrico se manifiesta en las asimetrías y la univocidad discursiva, consiste en la reproducción total o parcial del pensamiento producido en los países del norte, occidental, industrializado, en el mejor de los casos con adaptaciones y modificaciones para meter la realidad en la teoría. Objetivamente no negamos el carácter mundial de las contradicciones del capitalismo, pero no descartamos la necesidad de pensarnos desde nuestras realidades con marcos teóricos y metodológicos descolonizados. Sin dejar de actuar y soñar con otro mundo posible.
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