Para este inicio de clase. Por: Abdiel Rodríguez Reyes


En este inicio de clase hay cuestiones administrativas que no están resueltas, incluso cosas bochornosas que no se han hecho. No están las escuelas en las mejores condiciones para el inicio de clase, no se les paga a los profesores a tiempo, no se invierte el 6% del PIB en educación, como indica el artículo 266 de la Ley Orgánica de Educación.
Pero como le preguntó irónicamente Casandra a Andrómaca en “La guerra de Troya no tendrá lugar”, de Jean Giraudoux, ¿cuándo has visto que el Destino se interese por frases negativas?
Lamentablemente murió Umberto Eco, todos lo conocían por sus apasionantes novelas, los académicos por su erudita comprensión y exposición de una moderna semiótica, un estudiante universitario espabilado; si hizo un buen trabajo de final de grado, tuvo que leer un libro por el cual poco se le conoce, cuyo título es “Cómo se hace una tesis”, si se lee y se siguen los pasos, el resultado será bueno.
En el 2007 escribió ¿De qué sirve el profesor? Un breve artículo que debería ser lectura obligatoria para todo docente en este inicio de clase. El artículo comienza con la intervención de un estudiante en una clase. "Disculpe, pero en la época de internet, usted, ¿para qué sirve?". A lo que Eco respondió que un docente debe formar, y eso no lo hace internet.
Es que en la época que vivimos, la internet y la televisión han suplantado a la Historia y a la Ciencia. Ya no hace falta leer a Homero, sino ver “Troya”, no hace falta leer a Heródoto, sino ver “300”, no hace falta leer a Einstein, sino ver “The Big Bang Theory”.
Volviendo a la formación a la cual hacía referencia Eco, los alemanes han insistido desde Kant con esto. La formación es la que debe ser el eje rector en este inicio de clase, pese a todos los desaciertos administrativos. Hay que formar en el sentido de la “bildung” o formación humana, que es la superación de la educación con base en la escolarización. Hay que esforzar a pensar. La “bildung” es el cúmulo de conocimientos extraescolarizados que le sirve al ser humano a liberarse de la ignorancia, de la eterna minoría de edad.
La pereza y la cobardía son los principales muros que no dejan liberarse al ser humano y valerse de su propio conocimiento. El docente —y esto ya tiene que ir más allá de las limitaciones de la administración— tiene que tener en sí vocación de desarrollar la “bildung” en los estudiantes para derribar esos muros.

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