Crítica, crisis y praxis política en Panamá. Por Abdiel Rodríguez Reyes


Últimamente el concepto de crisis se ha popularizado en los debates, noticieros, informes de Organizaciones No Gubernamentales (ONG's) y medios de comunicación, para designar un calificativo al estado actual en que se encuentran los tres Órganos del Estado panameño. Identificar el problema es sólo un paso, aún falta la crítica científica y la praxis política.
¿Crisis, cuál crisis?
Ya hay evidencias empíricas que nos develan que estamos en medio de una crisis de sistema político. Que podríamos decir sucintamente que es el agotamiento de una forma de organización a través de la democracia representativa.
El Índice sobre la Democracia 2015 de la unidad de inteligencia del semanario londinense The Economist coloca a Panamá en el número 45 de 167 países, con un 6.11 de 10 en participación política.
Según perspectivas desde el Barómetro de las Américas: 2014 (#109), la tolerancia política disminuyó en Panamá, en el 2004 había un 64.92 y en el 2014 un 39.2.
Freedom House analizando la evolución de la libertad en Panamá donde 1 es lo mejor y 7 lo peor, señala que en 1999 había un 2.5, a partir del 2000 1.5 hasta el 2013, y a partir del 2014 empeoró a 2.
Si tomáramos en consideración estos síntomas, es decir una disminución de la tolerancia política, la baja en participación política y el empeoramiento de la libertad, entonces, en efecto Panamá está en crisis.
Esto sin abordar la crisis ambiental, en general del cambio climático y en particular de la corriente de El Niño que trajo sequias, provocando otra crisis en el sector agrícola, todo esto pone en duda también la capacidad que tiene el gobierno de gestionar nuestros recursos naturales de forma sostenible.
La crítica
Identificar el problema de la crisis es un paso importante, pero un segundo momento es hacer la crítica que nos brinde las herramientas científicas para hacer los correctivos necesarios en las políticas públicas.
La participación política ha bajado en estos años ya que la ciudadanía no cree en el sistema de partidos, a tal punto que si no hay una reestructuración de este, donde se refleje representativamente la composición social del país, esta tendencia seguirá a la baja, al punto que a la larga tendrá problemas de legitimidad, como ya ocurre en otros países.
Con respecto a la poca tolerancia, Orlando J. Pérez que lleva años estudiando el sistema político panameño señala lo siguiente: ‘Sin tolerancia, el gobierno por las mayorías deviene en una tiranía que impone sobre los ciudadanos un yugo opresor de unanimidad en las opiniones y las acciones. Por lo tanto, la tolerancia – definida como la voluntad de extender los derechos y privilegios de la democracia a quienes se ven como más cuestionables– es un componente crítico de los valores y los sistemas de creencias de la democracia' (Perspectivas desde el Barómetro de las Américas: 2014, #109).
Es decir, la falta de tolerancia política al sistema político vigente puede desencadenar un peligroso fantasma del siglo pasado, de gobiernos que no responden a las necesidades de las mayorías, sino a sus propios intereses.
Si vemos los datos que nos ofrece Freedom House, parece que la disminución de la libertad es poco, lo preocupante es que como es posible que en pleno siglo XXI, en pleno sistema democrático la libertad en vez de aumentar este disminuyendo.
La praxis política
Para la praxis política es necesaria la formación, en su significado más amplio, así como la pensaron los griegos con la paideia, los alemanes con la bildung y la educación liberadora de Paulo Freire.
Hay que entender praxis en el sentido que le dio Adolfo Sánchez Vásquez, donde teoría y práctica se conjugan, es decir, que esta praxis es un retorno de la política como ciencia y como el ejercicio de la ciudadanía y la militancia con valores democráticos como eje rector.
La formación no se logra por sí sola, se requiere un esfuerzo institucional y vocacional con miras largas que se tiene que empezar desde ya. Si queremos ciudadanos entonces se tiene que educar en esa dirección.
Con respecto a la formación política ubicamos dos grandes problemas que afectan a toda la ciudadanía. Uno, la desideologización de los partidos, esto los dejó prácticamente sin principios. Dos, la despolitización de la educación, esto dejó a la mayoría de la ciudadanía desprovista de valores democráticos que defender. Esto lo que ha traído como consecuencia es un desempoderamiento ciudadano generalizado y un social conformismo que diezma la participación cívica de los jóvenes. Hoy tenemos una sociedad fácil de manipular.
Esto hubiese sido impensable si tuviera al menos una noción mínima de la paideia, idea antiquísima de la antigüedad griega que consiste en la formación humana, que sea capaz de participar activamente de la vida pública en la polis (ciudad), que desarrolle sus capacidades intelectuales y sus virtudes. Solo así se puede lograr ser un buen ciudadano y si se quiere un buen gobernante, cuando llegue a megalopsikos (magnánimo).
Más adelante los alemanes por medio de la bildung que suele traducirse al castellano como formación, pero que es algo más allá, logró poner esto como algo central para el humanismo. La bildung es la serie de aprendizajes más allá de la escolarización que hacen potenciar al sujeto en busca de la libertad máxima. Esto encuentra su momento mayúsculo con Kant al decir que lo que importa es que cada quien piense con su cabeza.
Más recientemente Paulo Freire desde la pedagogía del oprimido propone una educación liberadora. La naturaleza política de la educación, por medio de la alfabetización y la formación popular logrará la liberación.

Todos estos elementos forman parte del camino que hay que emprender para una praxis política, para que una ciudadanía esta empoderada y participe activamente de la vida pública. Si queremos ciudadanos con valores democráticos, es necesario la formación, la capacidad crítica y la participación política.

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