Crisis, Política y Filosofía[1] por Abdiel Rodríguez Reyes

Cada unidad histórica[2] tiene su forma de expresar su descontento, que en la actualidad debe buscar sus propios criterios de explicación. El laissez fair (dejad pasar) debe terminar y, el descontento debe de ser catalizado urgentemente por la demanda de  mayor participación política en los procesos de transformación en curso. 
Las crisis son creadas y, las solucionan los mismos que las crean. Tienen el control político real los que, ajustado a las circunstancias históricas puedan timonearla. Cuando no puedan, quedan las fisuras para los cambios, llámese revolucionarios, imperiosos para inicios de este siglo que verán sus resultados las próximas generaciones.
En este escenario es que la Filosofía, como pensamiento crítico, debe brindar las herramientas de interpretación de estos problemas, que no son simples, aunque erróneamente se piense lo contrario. En esa ambigüedad, las posibles soluciones están condenadas al fracaso desde el inicio. Es decir se trata de desenmascarar las supuestas crisis. Si estas cuestiones no están claras, el neo-despotismo, ya sea los que dan la cara o, los que realmente mueven los hilos del mundo tendrán un doble beneficio. Solucionan las crisis que ellos mismo crearon y, mueven las piezas para que todo quede a su favor.
A contracorriente el espíritu de la época evoca cambios esenciales, producto en gran medida por la crisis económica que es de vieja data y larga duración. Coyunturalmente la crisis afecta todos los ámbitos de la cultura, o al menos cambia las relaciones que se dan en la misma, que en la mayoría de los casos no son para la emancipación humana y mucho menos para la realización espiritual del hombre.
A este fenómeno las humanidades como ámbito del saber no han escapado. Esto ha convertido a la Filosofía en un estorbo, pues el pensamiento crítico está en su propia génesis y, la globalización busca precisamente todo lo contrario: el pensamiento único.
En la misma dirección, ya es evidente una disminución de horas en especial de Filosofía e Historia en los bachilleres, que trunca el ideal griego de educación: Paideia[3], pues ya no se dan las condiciones mínimas para discutir nuestro pasado e ideas. Para colmo pequeños espíritus no entienden este ejercicio e intervienen en el proceso mayéutico de buscar las virtudes del hombre. En esta dinámica, el ideal de pensar griego se va apagando en el intervalo de la crisis económica, porque lo único que tiene valor en todo los sentidos es salvar el mercado.
Pensar diferente no implica negar el mercado y el capital, que por ser superestructural envuelve todo lo que está adentro de su lógica. Lo que busca es poner en cuestión su propia esencia y, si está atenta contra la propia humanidad. Al ver que lo único que tiene valor es el mercado y el capital, nos queda la pregunta ¿Dónde está el valor de las ideas y lo humano? Con independencia de la respuesta, el simple hecho de hacerse la pregunta es un logro para la Filosofía en sí.
Quiere decir que el sujeto desea salir de la caverna y se está preguntando por el valor de otra cosa que no es lo impuesto por el mercado y el capital. Aunque suene utópico cuando se le da tanta preponderancia a carreras técnicas y científicas donde es visible que la máxima aristotélica del justo medio no está ni de asomo en los pequeños espíritus responsables de tan magnánimas tareas como la educación, resulta evidente que si las sociedades no comprenden las transformaciones que se dan a lo largo de la historia jamás serán libre.  El filósofo iraní Ramin Jahanbegloo nos insta a que “Una vida equilibrada no es utópica; es una vida de sabiduría, libre de mediocridad”. A eso es lo mínimo que debemos apuntar para lograr una transformación de la sociedad.








[2] Véase la critica que me hace el sociólogo Marco Gandásegui sobre lo de la fractura política: http://www.laestrella.com.pa/online/impreso/2013/08/29/las-fracturas-politicas-y-el-bloque-historico.asp
[3] en griego παιδεια, "educación" o "formación", a su vez de παις, país, "niño"

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