La crítica, la creatividad y lo propositivo. Abdiel Rodríguez Reyes




¡Ya basta de quejarse…! Es necesario, pero no suficiente. Hay que crear alternativas sublimes y factibles. Lo demás es terapia, lo cual también tiene su función. Muchos viven de las glorias pasadas y la nostalgia de no transformar el mundo. Nuestro análisis es desde el contexto panameño. Dejemos constancia de nuestro malestar colectivo y no dejemos de soñar con otro mundo, con otro país posible. Vamos a tocar tres temas fundamentales (momentos) de la política, ésta entendida como discurso y acción para el servicio, a saber la crítica, la creatividad y lo propositivo.
Sin información, sin conocimiento, no hay crítica. Es opinión. La crítica es más que una opinión. Sin entrar en la diferencia entre doxa y episteme. La crítica está intrínsecamente relacionada a la crisis y, es en estos momentos — de crisis precisamente — dónde surge la creatividad. Es cosa de captarla y reproducirla en lógicas revolucionarias. Los geniecillos no hacen falta, aquellos que sí saben cómo hacer las cosas, cómo hacer la crítica e incluso la autocritica. La izquierda tiene una legión de inteligentes, la cual se demuestra por la capacidad de todos tener toda la razón a la misma vez, pero todas contrarias entre sí. Es más fácil el lineamiento de los planetas que la unidad de la izquierda. La seguidilla de derrotas y errores de los gobiernos posneoliberales/desarrollistas en América Latina amerita reflexionar sobre la unidad, incluso del apoyo crítico a esos procesos. En cambio, la derecha no tiene problemas de esa naturaleza, tiene cierta unidad. Se pelean y meten en la cárcel entre sí por el tamaño de la rebanada que le corresponde, no por el pastel. Es decir: no hay contradicciones, hay conflictos internos por el control del Gobierno para beneficiarse.
Tenemos que criticar el discurso dominante del sistema de partidos de derecha y los grupos de poder económicos. Los intereses inmediatos partidistas matan la democracia. Este sistema se cerró de tal forma que, no hay espacio ni siquiera para un partido alternativo dentro del mismo sistema, quizá el Frente Amplio por la Democracia juegue ese papel. Pero no hay un partido ideológicamente contrapuesto que le haga tensión dentro del sistema. Por eso, da igual ser del partido que sea, todos pueden pactar, no hay tensión real entre las partes, todo fluye, no hay antagonismos. Las críticas de la izquierda le hacen cosquillas a la derecha. Es en la contraposición que surgen las propuestas, las leyes y proyectos comunes. En la actualidad, todo discurso ideológico alternativo quedó marginado por la avalancha del discurso dominante.
¿No es un ideal de un “verdadero” sistema democrático la diversidad ideológica? ¿Después de 29 años de gobernar qué nos han ofrecido estos partidos (del sistema de partidos de derecha)? Una mezcla de cambiar para quedar igual — y, más de lo mismo —. La diferencia está en los niveles burocráticos y tecnocráticos de unos partidos con respecto a otros. Acorralaron a la ciudadanía a votar por los menos peores. Hemos llegado a decir tristemente, “robo pero hizo”. La democracia del sistema de partidos de derecha consiste en un clientelismo sistemático eficiente. Es tan eficiente que una campaña como “no a la reelección” fue endeble. Tenemos que discutir los temas de fondo, para cuando surja de las contradicciones de nuestra propia sociedad nuestro monstruo (como en otros países), no nos agarre desprevenido.
Nacen partidos y pre candidatos independientes como maleza. Sin ningún principio (con excepciones, esperemos) más que el de ganar. Lo partidos tradicionales se ahogan en sus propias contradicciones. También con cierta nostalgia invocan a sus líderes históricos (Torrijos, Arnulfo Arias etc.…), para no matar del todo lo que queda de mística. Estamos dónde estamos por nuestro propio andar, por nuestras limitaciones, por nuestros errores. Mucha gente consciente mira los toros de la barrera, discute por los pasillos y cafés para no jubilarse antes de tiempo, dicho sea de paso, está en incertidumbre las jubilaciones futuras. El qué hacer susurra al oído. No existen las condiciones objetivas para casi nada.
Los cambios tienen que ser heurísticos. Echar mano de la cultura popular, de las nuevas, emergentes y disidentes formas de manifestación de los jóvenes, los cuales son una fuente inagotable de conocimiento e imaginación. La falta de modestia de aprender de los otros aniquila la creatividad, la genialidad individual se esfuma en el aire cuando de transformaciones se trata. Los cambios tienen que ser colectivos. El egoísmo (el yo/individual) no funciona para las transformaciones revolucionarios. La creatividad, el arte, la estética es sustancial para cualquier cambio. Allí, la importancia de lo sublime, cuando algo es sublime se vuelve inevitable. Es el cultivo del espíritu. Con respecto a la pintura, Ricardo Jaime De Freitas señaló que pintar es un arma silenciosa para la transformación social.
Hacemos énfasis en la izquierda porque aún, al menos en Panamá, no ha gobernado, se puede inventar y re-inventar, para dar soluciones a los problemas que la derecha no resolvió. La derecha no tiene más que seguir garantizando sus intereses y dominando la escena política. Algunos liberales que quedan tentados por ser neoliberales o libertarios, tampoco han logrado mucho. Tampoco la social democracia es capaz de articular un proyecto de país socialmente responsable. Y, la izquierda, como señalábamos, no encuentra lugar para sí en un sistema en su contra. Muchos quieren vivir del siglo XIX, también, con cierta nostalgia de Don Justo Arosemena y otros políticos decimonónicos. Por supuesto, Don Justo, un adelantado de su tiempo que podemos sacarle provecho para las necesidades del nuestro.
Otros reproducen la jerga de la guerra fría como solución. Empero, no tiene ninguna utilidad, más que el de una retórica a destiempo. En las antípodas, los posmodernistas disuelven todo en el aire. La dualidad no soluciona nada, empeora todo. Si la juventud quiere hacer algo, no tiene que reproducir las taras del siglo pasado; si las generaciones del siglo pasado quieren legar algo, tienen que empujarnos a pensar por nuestra propia cuenta y, no meternos en la cabeza sus molinos de vientos. Aquí la historia adquiere relevancia y tiene que jugar su rol de maestra de vida. El pasado tiene mucho que decirnos sobre el futuro, los especialistas lo llaman prospectiva, sin ella, vamos dando saltos olímpicos al vacío. La historia vista desde los encuadres ideológicos es muy peligrosa.
La creatividad no surge de la nada, hay quienes la tienen, hay que tener los sentidos habidos para captarla. La experiencia al calor del tropel de las calles, de la dinámica de los movimientos sociales y comunidades también enriquece el espíritu creativo, el cual se esculpe en su devenir. La contemplación de la vida, del paisaje social, también es fundamental.
Los espacios y paisajes comunes deben estar acompañados de redes de reflexión y acción. Tenemos al menos dos caminos: seguir soñando con un país distinto y hacerlo realidad, es decir, transformarlo o dejar de soñar y vivir en el que estamos tal cual. El primero es la transformación social; lo segundo es la alienación, de mantenerse en la zona de confort del social conformismo. Las grietas están, hay que seguir agujereandolas hasta romper el muro totalmente. La crítica que desnude las miserias es necesaria, pero requiere creatividad y propuestas concretas para mayor alcance y función social.
El entrecruzamiento de luchas es condición para la transformación. Si cada quien jala solo su carreta no tendrá contenido la utopía. Tiene contenido si hay forma de consensuar a partir de principios una agenda en común, no diría unitaria, pero sí, resultado de múltiples determinaciones (diría Marx).


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